Algunos santos, incluyendo algunos hermanos que toman la delantera, pueden tener un concepto equivocado sobre el ejercicio de la autoridad. Su concepto puede estar basado en tradiciones culturales y conceptos naturales, no en la Palabra de Dios o en el ministerio del recobro del Señor. El ministerio en el recobro del Señor presenta el asunto de la autoridad de una manera exhaustiva y equilibrada, pero algunos por falta de un entendimiento adecuado, pueden ejercer autoridad inapropiadamente, dañando así la iglesia y a los santos y causando que el ministerio sea vituperado (2 Co. 6:3). En El manejo de la iglesia por parte de los ancianos, el hermano Lee nos muestra la manera en que la autoridad debe ser ejercida, usando como base la relación entre esposos y esposas descrita en Efesios 5:25. Los versículos 22-24 hablan de la sumisión de la mujer a su marido, pero el versículo 25 no habla de un marido gobernando sobre su mujer. En cambio, dice: “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a Sí mismo por ella”. En el capítulo titulado Cómo ser una autoridad, el hermano Lee explica:
La manera en que se presenta este asunto es bastante inusual. Dice que las esposas tienen que someterse a sus esposos. Sabemos que el otro aspecto de la sumisión es la dominación; sin embargo, Dios nunca manda a los maridos que ejerzan dominio sobre sus esposas. El esposo es una autoridad; él es la cabeza. Pero, ¿cómo debe comportarse como cabeza que es? ¿Cómo debe comportarse como autoridad? Efesios 5 claramente nos dice que la manera de hacerlo es en amor. (pág. 90)
Cristo amó a la iglesia y se entregó a Sí mismo por ella. Del mismo modo, el marido debe amar a su mujer y entregarse a sí mismo por ella. Es desagradable que un marido exija sumisión de su mujer. Más aún, cuanto más exija el marido, menos se inclinará su mujer a honrarlo y someterse a él. En cambio, si un marido ama de verdad a su mujer y se entrega a sí mismo por ella, esto influirá en que ella siga su liderazgo en la familia. Lo mismo ocurre con quienes tienen la responsabilidad de representar la autoridad del Señor en la iglesia. Reclamar la autoridad con el fin de ejercerla no es el camino del Señor que los hermanos responsables deben tomar y además no funciona:
En algunas iglesias locales he visto hermanos que actúan como ancianos al poner una fachada. Ellos dicen: “¡Oh, yo soy un anciano!”. Ellos pretenden comportarse como ancianos y hablar con el tono de un anciano. Debo decirles que no hay nada más desagradable en la iglesia que ver algo semejante. Recuerden que la cantidad de amor que una persona posee es la cantidad de autoridad que posee. Una persona sólo puede ejercer la autoridad sobre aquellos que ama. Sin amor no existe una base para la autoridad. No espere poder ejercer la autoridad sobre quienes usted no ama. No existe tal cosa. ¿Por qué es que tan a menudo una madrastra no tiene la posición para ejercer autoridad sobre sus niños? ¿Y por qué es que incluso cuando ella ejerce la autoridad, los niños no la aceptan? La razón es que no hay amor maternal. El amor maternal es la base para que una madre ejerza autoridad sobre sus hijos. Sin amor no existe base alguna para ejercer autoridad. Por lo tanto, debemos ver que la medida de amor que una persona posea es la medida de autoridad que ella podrá ejercer. El amor es la base de la autoridad y el poder que está detrás de ella.
Nunca funciona que un anciano trate de asumir la autoridad en la iglesia por la fuerza. Esto no sólo será desagradable ante los ojos de los hombres, sino que tampoco habrá ninguna confirmación de parte del Espíritu Santo. Usted podrá asumir su propia autoridad, pero el Espíritu Santo no estará allí presente. Sólo se puede ser autoridad sobre una base, y es en amor. Si usted verdaderamente ama a los hermanos y hermanas, el amor mismo llegará a ser el control y llegará a ser su autoridad sobre los demás. (págs. 90-91)
Si un hermano ama verdaderamente a los santos y a la iglesia, y se entrega a sí mismo por ellos, los santos espontáneamente lo honrarán y seguirán su guía. El amor y la abnegación del hermano se convierten en la autoridad para asumir el liderazgo entre los santos. Por lo tanto, el hermano Lee dijo, “Hablando con propiedad, ser una autoridad, como lo hemos definido, sencillamente equivale a amar. Usted tiene que amar la iglesia, tiene que amar a los hermanos y hermanas. Este amor entonces vendrá a ser su autoridad” (pág. 91).
Esto no quiere decir que no haya necesidad de autoridad en la iglesia. Tampoco es para dar pie a cualquier forma de difusión pública de los agravios, incluso en los casos en que la autoridad se ejerce indebidamente. El Nuevo Testamento nos da pautas claras de cómo deben abordarse los problemas en la iglesia (Mt. 18:15-20; 1 Co. 1:10; 1 Ti. 5:19). La iglesia es el lugar en la tierra donde la autoridad del Señor debe ser realizada y debidamente representada. Por tanto, debemos darnos cuenta de que así como Cristo estableció Su autoridad en la iglesia amándola y entregándose a Sí mismo por ella, aquellos que lo representan deben conformarse al mismo modelo.
Los ancianos deben saber que, si bien se necesita la autoridad apropiada en el manejo de la iglesia, y que sin ella la iglesia no puede ser manejada apropiadamente, al ser ellos la autoridad deben convertir su autoridad en amor. A los demás les debe parecer que la autoridad ha desaparecido completamente y que todo es amor. El amor es la autoridad transformada, de manera muy semejante a como el cuerpo del Señor Jesús era Dios transformado. Él nunca les hizo sentir a los demás que era Dios. Al contrario, hacía que los demás lo percibieran como un hombre auténtico. Según este mismo principio, los que están en autoridad no deben dar a otros la impresión de que ellos son la autoridad. Al contrario, deben hacer que los demás sientan que todo es enteramente un asunto de amor. (pág. 93)
Los ancianos son responsables, de vez en cuando, de administrar disciplina. Sobre este punto, el hermano Lee se basó en Efesios 6 que muestra que los padres, y particularmente el padre, es la autoridad en la familia. El versículo 1 dice: «Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo». El versículo 4 se dirige a los padres: «Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en la disciplina y la amonestación del Señor». Ejercer la disciplina sin provocar a ira al disciplinado también requiere amor. Hablando de estos versículos, el hermano Lee dijo: “Podemos ver algo claramente aquí: Dios nos designa como autoridad, pero Él no quiere que optemos por el camino de la disciplina. Si en una familia los padres no aman lo suficiente a sus hijos, sino que sólo les aplican una estricta disciplina, ciertamente el resultado no será bueno.” (pág. 90). Sin amor, la disciplina provoca ira. Hebreos 12:6a dice: «Porque el Señor al que ama, disciplina». Aquí el amor precede a la disciplina. La disciplina surge del amor. El amor se convierte así en la base de la disciplina, y la disciplina en la expresión del amor. Dios es amor (1 Jn 4:8, 16), así que estar sin amor es estar sin Dios, que es la fuente de toda autoridad. Así pues, la disciplina sin amor tergiversa la autoridad de Dios. Ejercer la autoridad sin amor es usurpar la autoridad de Cristo como Cabeza y golpear a nuestros consiervos (Mt. 24:49).
En el capítulo 6 de El manejo de la iglesia por parte de los ancianos, el hermano Lee hizo referencia a otros pasajes de las Escrituras para mostrar diferentes aspectos de cómo ser una autoridad en espíritu, en resurrección, en paciencia, con discernimiento y en coordinación. Cada uno de estos aspectos es vital y los santos, especialmente aquellos que tienen responsabilidad en la iglesia o en cualquier aspecto del servicio en la iglesia, deben leer estas porciones de las Escrituras y la comunión del hermano Lee con mucha oración y consideración. Sin embargo, la mayor parte de lo que dice el hermano Lee en este capítulo se refiere a ser una autoridad en amor. Efesios, el libro más crucial de la Biblia en cuanto a la iglesia, habla del encabezamiento de todas las cosas en Cristo y de Cristo siendo hecho Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia (1:10, 22). También habla de todos los creyentes creciendo en todo en Aquel que es la Cabeza, Cristo (4:15). Se trata de asuntos relacionados con la autoridad de Dios, investida en Cristo (Mt. 28:18; Hch. 2:36; 1 Ti. 6:15). Sin embargo, este mismo libro menciona el amor diecinueve veces. En Efesios 4:15, donde Pablo dice que «crezcamos en todo en Aquel que es la Cabeza, Cristo», también da la condición que permite que este crecimiento ocurra: «asidos a la verdad en amor». Asirse a la verdad en amor se traduce en el crecimiento en todo en Aquel que es la Cabeza, Cristo, que a su vez se traduce en la edificación del Cuerpo en amor mediante el suministro mutuo de vida entre los miembros (v. 16). Donde se expresa el amor de Cristo y se sostiene la verdad, allí el Cuerpo de Cristo es edificado, y allí la genuina autoridad de Dios en Cristo es manifiesta.