Las hermanas tienen un papel crucial en la vida de la iglesia que es muy valioso. Según el arreglo de Dios, las hermanas ocupan una posición única para mantener el gobierno de Dios como un anti-testimonio con respecto al desorden rebelde del mundo. Las hermanas también tienen un papel insustituible en hacer surgir la vida de iglesia en su localidad. Al abordar el papel crucial de las hermanas en la vida de la iglesia, el hermano Lee identificó tres funciones principales. La primera de ellas es lo que él llamó «la lección más grande que los cristianos deben aprender», la lección de ser sumisos (CWWL/e, 1968, t. 1). Esta lección se aplica a todos los cristianos, tanto hermanos como hermanas, por lo que la idea de que las mujeres se someten y los hombres no se someten es un concepto caído que debe ser repudiado. La Biblia nos manda a sujetarnos los unos a los otros (Ef. 5:21) como una manera y como un resultado de ser llenos en el espíritu (v. 18). El hermano Lee identificó cuatro requisitos para practicar la sumisión genuina: ser suplido con la vida divina, disfrutar la gracia, estar bajo la obra de la cruz y negar el yo. Al cuidar el asunto de la sumisión «la iglesia será fortalecida, enriquecida y renovada» (ibidem).
Mientras que la sumisión de un hermano puede no ser percibida fácilmente, la sumisión de una hermana es reconocida incluso por los incrédulos y testifica a los poderes malignos que el gobierno divino se mantiene en la iglesia (1 Co. 11:10). Como la vieja creación se ha vuelto rebelde al orden y la autoridad de Dios, Él debe obtener un anti-testimonio con respecto al desorden, manteniendo la distinción en cuanto a la función creada por Dios entre los hermanos y las hermanas (cfr. 1 Co. 11:3; 12:13; 14:34). En Gálatas 3:28 Pablo revela que ya no hay distinción entre hombre y mujer como constituyentes de la nueva creación en Cristo, sin embargo, en 1 Corintios 11 y 14 Pablo también muestra que en la iglesia aún debe observarse la distinción entre hombre y mujer según la vieja creación. La iglesia es el único lugar en la tierra donde el orden de la autoridad gubernamental de Dios es sostenido y mantenido. El hecho de que la iglesia sea un anti-testimonio con respecto al desorden rebelde del mundo depende en gran medida de la voluntad de las hermanas para sujetarse a la disposición gubernamental de Dios.
La segunda función principal de las hermanas en la iglesia es orar (Hch. 12:12). La oración es crucial para el mover del Señor y para la edificación de la iglesia (2 Ts. 3:1). La oración de las hermanas en particular es un gran factor en la salud de una iglesia. La oración genuina depende mucho de la sumisión. Por ejemplo, si una hermana no se sujeta, no podrá orar adecuadamente por los ancianos, sino que puede que los critique incluso en sus supuestas oraciones. Sin embargo, al practicar la sumisión, una hermana será suplida para orar por los ancianos y por muchos asuntos relacionados con los intereses del Señor (ibidem).
La tercera función principal de las hermanas es tomar cuidado de los servicios de la iglesia. Todos los santos, incluidas las hermanas, deben servir al Señor tanto en los asuntos prácticos como en la predicación del evangelio y el pastoreo de los demás. Hablando con propiedad, incluso el ocuparse de los asuntos prácticos debe ser un servicio sacerdotal en el que se imparta a Cristo como vida a los demás. La atención apropiada de las hermanas a los servicios de la iglesia depende de las dos primeras funciones de sumisión y oración. Algunas hermanas pueden no saber cómo deben funcionar en la iglesia. Sin embargo, si se ocupan de la sumisión y la oración, espontáneamente se darán cuenta de cómo funcionar en el servicio a la iglesia (ibidem).
Según el arreglo divino en la iglesia, la supervisión de la administración y los servicios de la iglesia se ha puesto en manos de los hermanos responsables que sirven como los que vigilan (Hch. 20:28; 1 Ti. 3:2; Tit. 1:6-7). Sin embargo, Romanos 16 se destaca en el Nuevo Testamento por el largo elogio de Pablo a la importancia del servicio de las hermanas. Pablo señala que, al mismo tiempo que tomaban la delantera en la realización de los servicios, las hermanas también mantenían el orden según el arreglo de Dios. El versículo 3 menciona a Prisca antes que a Aquila, indicando que ella tomó la delantera en prestar los servicios prácticos y necesarios para la iglesia en Roma, pero la mención de su esposo Aquila muestra que Prisca aún mantenía el orden apropiado según el arreglo de Dios.
La función de las hermanas en la iglesia es indispensable al menos en dos sentidos. Primero, los servicios en la vida de la iglesia no pueden llevarse a cabo sin la función de las hermanas. De hecho, el hermano Lee nos dijo que las hermanas deben llevar a cabo la mayor parte del servicio en la iglesia (Servir en coordinación y lavarnos en amor [Servir], págs. 48-49, 88). En segundo lugar, la función de las hermanas manifiesta el orden en el arreglo gubernamental de Dios como un anti-testimonio al mundo caído. Debemos ser rescatados de descartar la importancia de la función de las hermanas, simplemente porque no están también encargadas de la supervisión y administración de la iglesia. Esta tendencia a restar importancia a la función de las hermanas puede deberse a una exaltación excesiva de la posición de los hermanos en la iglesia o a la influencia de modas contemporáneas caídas del mundo en lo que respecta a los roles de género. Más bien, el servicio de las hermanas constituye «el factor crucial» para llevar a cabo la vida de iglesia práctica (CWWL/e, 1975-1976, t. 1).
Lejos de ocupar un lugar secundario en la iglesia, el servicio de las hermanas es necesario para perfeccionar el servicio de los hermanos. Mientras que los ancianos pueden ejercer la supervisión sobre los diversos aspectos de la vida de la iglesia, las hermanas poseen la perspicacia para reconocer las necesidades en un servicio particular. Con un espíritu apropiado, las hermanas pueden ayudar a los ancianos a reconocer las necesidades particulares de la iglesia y a tomar la carga por estas necesidades en el servicio que llevan a cabo los ancianos. En consecuencia, el hermano Lee observó:
En una situación apropiada, los hermanos deberían ser prontos para recibir el sentir de las hermanas, pero ellos deben tomar las decisiones. Las hermanas deberían acercarse sin vacilar a los hermanos para comunicarles su sentir respecto a cierto asunto, y cuanto más los hermanos reciban su sentir, mejor. El sentir de las hermanas es muy fino; ésta es una cualidad innata de las hermanas. (Servir, pág. 133)
Sin embargo, el hermano Lee también advirtió:
Las hermanas no deberían hacer nada que los hermanos todavía no hayan decidido ni acordado hacer. Todo debería ser aprobado por los hermanos. Si los hermanos son lentos, las hermanas pueden aplicar un poco de presión a fin de que los hermanos reciban la carga. Sin embargo, si los hermanos no se ponen de acuerdo ni toman una decisión, ellas no deberían hacer nada. Si comprendemos este principio, no habrá problemas. Si no guardamos este principio, cuantas más cosas hagan las hermanas, más grande se hará el problema. A la postre, la iglesia en esa localidad sufrirá, una gran pérdida. (págs. 134-135).
Los hermanos responsables deben recibir la comunión de las hermanas en cuanto a las necesidades en los servicios de la iglesia. Deben escuchar a las hermanas, respetándolas como aquellas que tienen perspicacia, y las hermanas deben ser fortalecidas para acercarse con un espíritu apropiado para hacer que los hermanos estén al tanto de las necesidades particulares en la iglesia. Sin embargo, una vez que el sentir del Señor se hace claro en un asunto, los hermanos que ejercen la supervisión deben tomar las decisiones necesarias, y las hermanas no deben llevar a cabo ningún servicio aparte de la decisión de los hermanos (pág. 135).
El hermano Lee mencionó cinco áreas particulares en las que la función de pastoreo de las hermanas es vital: el trabajo con los niños (incluidos los jóvenes), el recobro de las hermanas inactivas, la cooperación en la obra estudiantil, el aprendizaje para ser nodrizas espirituales y dar hospitalidad (págs. 88-93). Ninguno de estos servicios es trivial o servil. Más bien, todos son servicios sacerdotales vitales para los intereses del Señor en la iglesia. Hay una necesidad desesperada en la vida de la iglesia de hermanas que puedan funcionar ministrando vida a otros según su necesidad y orando por su crecimiento. En el cuidado de los más jóvenes, más que hablar de una manera meramente doctrinal, las hermanas deben ejercitar el discernimiento para ministrar verdades particulares que son necesarias para su crecimiento en la vida (CWWL/e, 1975–1976, t. 1). Además, puede haber santos que sean servidos mediante la oración y la intercesión que una hermana haga por ellos, aunque ella no interactúe directamente con ellos (ibidem).
En el desempeño de sus funciones insustituibles, las hermanas deben ser conscientes también de dos cuestiones que ponen en peligro la eficacia de su función. La primera es no tener el mismo pensamiento. Pablo encargó a Evodia y Síntique, dos hermanas de la iglesia en Filipos, que «sean de un mismo sentir en el Señor» (Fil. 4:2). El apóstol impartió la misma carga a toda la iglesia, indicando que la disensión entre estas dos hermanas afectaba en general a la iglesia en Filipos (2:2). La disensión que Pablo abordó estaba relacionada con la mente, pero afectaba el amor de los santos los unos por los otros y dañaba su unidad. No teniendo el mismo pensamiento, lo cual está relacionado con carecer y estar distraído del conocimiento subjetivo y de la experiencia de Cristo, frustra enormemente nuestra función en la vida de la iglesia (3:7-10; CWWL/e, 1975-1976, t. 1).
El segundo asunto que pone en peligro la función de las hermanas es el chisme. Los chismes matan nuestro espíritu de oración, propagan la muerte entre los oyentes y anulan nuestra capacidad de ministrar vida a los demás. En la vida de iglesia podemos enterarnos de muchos asuntos de los santos. Si los asuntos de los santos no nos afectan, en principio, no son asunto nuestro y no tenemos por qué hablar de ellos. Por el contrario, debemos permitir que el Señor se ocupe de los asuntos de los santos. Tampoco debemos indagar demasiado en los asuntos de los santos, cuando sólo es necesario indagar un poco (ibidem). Sólo después de considerarlo en oración delante del Señor, debemos llevar a un santo más maduro cualquier asunto concerniente a otros, por causa del cuidado que tenemos por los involucrados.
¿Cuál es nuestra protección contra esos asuntos que ponen en peligro nuestra función? Debemos olvidar todas las cosas negativas y todos los asuntos que no sean Cristo mismo. Una mente disidente y una boca chismosa son verdaderas pruebas que exponen nuestra condición y nuestra necesidad de seguir creciendo en la vida divina. Mientras que el chisme trae muerte, la oración produce el crecimiento genuino en la vida y la edificación. » Si alguien nos dijera algo negativo «, observó el hermano Lee, » no deberíamos tener el deseo de considerarlo. Ésta es una lección básica que debemos aprender » (ibidem).
Las hermanas no deben dejarse influenciar por las tendencias de la sociedad contemporánea en cuanto al papel de la mujer, ni paralizarse por el temor excesivo de sobrepasar la disposición gubernamental de Dios. El hermano Lee nos advirtió: «Cuanto más permitamos que estas cosas nos inquieten, más complicados nos haremos y menos ejerceremos nuestra función en la manera propia de la vida». Él animó a las hermanas a ser sencillas e ir al Señor diariamente para tener comunión y buscar el crecimiento en la vida divina, al decir: » Si las hermanas crecen en el Señor, espontáneamente mantendrán el orden correcto en el Cuerpo y entenderán claramente su función en la vida de iglesia.» (CWWL/a, 1964, vol. 3, 98). Que todos permanezcamos sencillos delante del Señor, ofreciendo nuestro servicio en el Cuerpo por causa de nuestro gozo del Señor y de las riquezas de la vida divina.