En Timoteo 1:3-4 el apóstol Pablo escribió a su joven colaborador Timoteo, diciendo: “Como te exhorté, al irme a Macedonia, a que te quedases en Éfeso, para que mandases a algunos que no enseñen cosas diferentes, ni presten atención a mitos y genealogías interminables, que acarrean disputas más bien que la economía de Dios que se funda en la fe”. Estos dos versículos contienen dos expresiones clave: la economía de Dios y no enseñar cosas diferentes. Una característica única del ministerio en el recobro del Señor es su incesante énfasis tanto en la revelación divina, como en la realización de la economía de Dios. Algunos han rechazado este énfasis, insistiendo en enseñar sus propias interpretaciones y énfasis. Sin embargo, tenemos que estar claros en cuanto a la gravedad de enseñar de manera diferente.
En 1996 el hermano Lee habló con los entrenantes en el entrenamiento de tiempo completo en Anaheim acerca de las diferentes líneas en las Escrituras. Él tenía la carga particular de que en todas las enseñanzas llevadas a cabo por los servidores, se destacara la línea central de la economía de Dios y que no se descuidaran ni enfatizaran asuntos secundarios, hasta el punto de que se convirtieran en distracciones de la línea central. Más bien, estos temas secundarios serían usados para fortalecer y enriquecer la aprehensión y la entrada de los santos en la línea central, la cual es la revelación central de la Biblia. Esta comunión puede parecer simple, pero su significado es profundo.
Primero, necesitamos ver cuál es la línea central. La línea central procede de la Biblia, la palabra escrita de Dios, la cual contiene el hablar de Dios para el hombre. La Biblia revela al Dios Triuno que existe en Sí mismo y para siempre, que es eternamente uno y eternamente tres, los tres de la Deidad que coexisten y son coinherentes desde la eternidad y hasta la eternidad. Tal Dios maravilloso tiene un deseo en Su corazón y un plan para cumplir ese deseo de Su corazón. En la Biblia ese plan es llamado la economía de Dios. En el centro de la economía de Dios está el Cristo todo-inclusivo, quien es tanto Dios como hombre y quien ha pasado por la encarnación, el vivir humano, la crucifixión y la resurrección. Ahora él es tanto el Dios-hombre ascendido y glorificado, como el Espíritu vivificante. Como el Espíritu regenera a aquellos que creen en Él para hacerlos miembros de Su Cuerpo y para conducirlos a la realidad de todo lo que Dios es y ha realizado, y de todo lo que Cristo ha realizado y logrado. La edificación del Cuerpo de Cristo, el cual tiene este Espíritu como su esencia, secreto y realidad, consumará en la Nueva Jerusalén como la meta de la economía de Dios.
Además de la línea central existen muchos puntos suplementarios de la verdad en la Biblia, incluyendo los tipos y las profecías, y muchas maneras de llevar a cabo la economía en términos de prácticas, todas las cuales deben ser entendidas y aplicadas a la luz de la línea central. Con respecto a estos temas secundarios existen interpretaciones divergentes entre los creyentes. Nosotros recibimos a todos los creyentes de acuerdo con el estándar de la línea central, no de acuerdo con el estándar de la línea de los puntos suplementarios. Si por ejemplo, alguien niega que la Biblia es el hablar de Dios, la revelación de Sí mismo, o que Cristo es Dios que vino en la carne para efectuar la redención, esa persona está fuera de la fe y no tenemos la base para recibirlo como un compañero creyente en el Dios verdadero y Su Hijo Jesucristo. Sin embargo, si alguien tiene una condición sana en cuanto a la fe, pero sostiene un punto de vista diferente en la interpretación de un tipo o una profecía o tiene prácticas diferentes, por ejemplo, en cuanto al bautismo, debemos recibirlo como Dios lo ha recibido (Ro. 15:7; 14:3).
Si bien recibimos a aquellos que creen en cosas diferentes en cuanto a los muchos puntos y prácticas suplementarios, al mismo tiempo mantenemos la exhortación de Pablo de no permitir las enseñanzas diferentes (1 Ti. 1:3-4) y merece la pena considerar por qué lo hacemos. Algunos han optado por criticar las declaraciones acerca de enseñar cosas diferentes, pero al hacerlo ellos pierden de vista los principios que están involucrados.
Primero, considere qué es lo que Dios está haciendo en el universo. Él está edificando el Cuerpo de Cristo para expresarlo y representarlo en Su creación. Esta obra tendrá su consumación en la Nueva Jerusalén como la última expresión y representación de Dios en el nuevo cielo y la nueva tierra. Para llevar a cabo la obra de Dios, es crucial que nosotros tengamos una visión clara de la línea central de la revelación divina, la cual incluye la Biblia, el Dios Triuno, la economía de Dios, el Cristo todo-inclusivo, el Espíritu vivificante, el Cuerpo de Cristo y la Nueva Jerusalén. Una de las razones por las cuales llamamos al ministerio del recobro del Señor el ministerio de la era, es que ha sacado a la luz esta línea central como ningún otro ministerio lo ha hecho y está laborando incesantemente para llevarla a cabo entre las iglesias.
Segundo, considere por qué alguien enseñaría intencionalmente cosas diferentes. Pablo advirtió a los ancianos en Éfeso, la misma iglesia sobre la cual dio la carga a Timoteo que, “de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos” (Hch. 20:30). Que uno sostenga una interpretación privada es una cosa. Sin embargo, la meta de enseñar cosas diferentes es ganar seguidores, atraer personas a uno mismo.
Tercero, considere qué efecto tiene enseñar cosas diferentes. Hacerlo crea partidos donde algunos contienden por un entendimiento y otros por otro (1 Co. 11:18-19; 2 P. 2:1, nota 3). Al hacerlo, distraen a las personas de la línea central de la economía neotestamentaria de Dios. Por lo tanto, fomenta la confusión y, en última instancia, la división.
La práctica de los apóstoles no fue así. Pablo dijo a los Corintios que él enseñaba la misma cosa “en todas partes, en todas las iglesias” (1 Co. 4:17). Cuando surgió un problema grave que afectaba la verdad del evangelio, Pablo y Bernabé reconocieron el peligro que suponía una enseñanza contraria a la economía neotestamentaria de Dios. Ellos sabían que la enseñanza de los judaizantes de que la circuncisión era necesaria para la salvación, ponía en peligro la unidad entre las iglesias de los mundos judío y gentil. Su preocupación por los intereses del Señor los obligó a ir a Jerusalén para reunirse con los apóstoles y los ancianos allí (Hch. 15), para asegurarse de que la enseñanza de todos los apóstoles fuera la misma.
El modelo que el Señor nos dio en Witness Lee es bastante instructivo. El testificó que no estaba de acuerdo con la interpretación de Watchman Nee de que los dos testigos en Apocalipsis 11:3 fueran Enoc y Elías, pero aun así el nunca enseñó de manera diferente mientras el hermano Nee vivía, porque él sabía que el hermano Nee estaba tomando la delantera en el ministerio del Señor y que enseñar de manera diferente causaría confusión. ¿Qué habría pasado si él hubiese enseñado a otros su propio punto de vista? ¿Qué diferencia había hecho respecto al cumplimiento de la economía eterna de Dios? ¿Habría valido la pena la confusión y el daño que eso habría causado?
Es digno de mención que el hermano que tomó este camino finalmente fue confiado por el Señor con el liderazgo en el ministerio durante casi medio siglo. Hay muchos ejemplos negativos a lo largo de nuestra historia de hermanos que no tomaron este camino pero que enseñaron de manera diferente. Después de ganar seguidores, abandonaron la comunión común de las iglesias y establecieron reuniones sectarias. En algunos casos ha sido necesario advertir a los santos según el principio de la exhortación de Pablo en Romanos 16:17: “Ahora bien, os exhorto, hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la enseñanza que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de ellos”.
A principios de la década de 1980, el hermano Lee convocó una serie de entrenamientos urgentes para ancianos porque observó la tendencia entre algunos a enseñar de manera diferente. Dio una serie de mensajes publicados en Entrenamiento para ancianos, libro 2: La visión del recobro del Señor, que enfatizan fuertemente la línea central de la economía de Dios. Luego dio unas palabras en el libro 3 respecto a la carga de Pablo en 1 Timoteo 1:3-4:
Al enseñar cosas diferentes matamos a las personas. Enseñar cosas diferentes es algo que derriba el edificio de Dios y anula la economía de Dios en su totalidad. Todos nosotros tenemos que percatarnos de que incluso al enseñar cosas diferentes en pequeña medida, estamos destruyendo el recobro.
La única manera en que podemos ser resguardados en el recobro es permanecer en el único ministerio. Si decimos que somos partícipes del recobro y, aun así, enseñamos otras cosas con tanta ligereza e, incluso, de una manera velada, ello ciertamente difiere de la economía de Dios y estaremos sembrando la semilla que dará como fruto la división. Por tanto, la única manera de ser resguardados en la unidad eterna es que todos enseñemos una misma cosa en conformidad con la economía de Dios. Esta clase de enseñanza se llama el ministerio del Nuevo Testamento, el ministerio del nuevo pacto. El ministerio del nuevo pacto consiste únicamente en ministrar al propio Dios Triuno, quien pasó por un proceso a fin de que Él sea impartido a Sus escogidos como vida y como suministro de vida para producir a los miembros de Cristo y así formar el Cuerpo para expresar al Dios Triuno. En esto consiste la economía del Nuevo Testamento. Enseñar cualquier otra cosa, aun cuando sean cosas buenas y bíblicas, que se aparte, aunque sea un poco de la economía neotestamentaria de Dios, redundará en divisiones, las cuales serán muy útiles a nuestro sutil enemigo, el maligno. Por tanto, es imprescindible que estemos alerta. (Entrenamiento para ancianos, libro 3: La manera de llevar a cabo la visión, págs. 48-49, 55).
Aquellos hermanos que recibieron las palabras del hermano Lee fueron preservados de las rebeliones que vinieron más adelante. Aquellos que no lo hicieron con el tiempo causaron divisiones, incluyendo las divisiones que ocurrieron a finales de la década de 1980 y en la primera década de este siglo en el área de los Grandes Lagos y Sudamérica. Que el Señor preserve a todos los santos en las iglesias locales en la línea central de la economía de Dios y que aprendamos de la exhortación de Pablo, el ministerio de nuestro hermano Lee y nuestra propia historia, al no recibir ni hablar enseñanzas diferentes a la economía de Dios.