Recibir a todos los creyentes, pero no las enseñanzas diferentes

Con respecto a la práctica de la iglesia, se necesita entender y mantener equilibradamente ciertos principios básicos. Fundamentalmente, la iglesia como el único Cuerpo de Cristo es una universalmente e incluye a todos los creyentes, independientemente del tiempo o el espacio. Este único Cuerpo de Cristo es manifestado en el tiempo y el espacio en varias ciudades, como las iglesias locales, de manera práctica. Estas iglesias locales incluyen a todos los creyentes en esa ciudad en ese tiempo y también mantienen la comunión con todas las otras iglesias locales en la tierra, expresando así el único Cuerpo de Cristo de una manera práctica.

Para mantener esta unidad se necesitan dos asuntos cruciales. Por un lado, una iglesia local debe recibir a todos aquellos a los cuales Cristo ha recibido (Ro. 15:7). Por otro, una iglesia local no debe recibir ninguna otra enseñanza aparte de la enseñanza de los apóstoles en el Nuevo Testamento (Hch. 2:42; 1 Ti. 1:3-4). Esto significa de manera práctica que las iglesias locales no deben recibir un ministerio que enseñe cosas diferentes a la enseñanza de los apóstoles, incluyendo enseñar la revelación del Nuevo Testamento selectivamente. La razón, como este artículo mostrará, es que recibir enseñanzas diferentes inevitablemente daña la unidad del Cuerpo de Cristo y conduce a la división. Estos dos principios, recibir a todos los creyentes y rechazar enseñanzas diferentes, deben ser mantenidos para preservar a las iglesias locales en la unidad apropiada.

Recibir a todos los creyentes

En el libro de Romanos, Pablo nos da la carga de recibir a los creyentes como Dios en Cristo los ha recibido (Ro. 14:1, 3; 15:7). Nuestro hermano Witness Lee habló acerca de este asunto muchas veces (muchos pasajes de su ministerio han sido compilados en el libro, Fellowship Concerning Keeping the Oneness with Fellow Believers [Comunión con respecto a mantener la unidad con nuestros hermanos creyentes]). En su Estudio Vida de Romanos él dijo: “Debemos recibir a los santos como Dios los recibe. Tenemos que recibir a todo aquel a quien Dios recibe. No tenemos alternativa”. Y añadió: “Nuestro Padre celestial engendró muchos hijos, muchos cristianos, y Él los recibió a todos. Por lo tanto, nosotros también debemos recibirlos, no conforme a nuestros gustos y preferencias, sino conforme a Dios” (Witness Lee, Estudio Vida de Romanos, pág. 351). Luego, en la misma serie de mensajes dijo:

En la vida de iglesia debemos tener una actitud de generalidad y mostrarnos capaces de recibir a todos los creyentes genuinos. Sin embargo, no es fácil aprender esta lección debido a que todos queremos que los demás sean como nosotros. No seamos exigentes para con ellos ni requiramos que ellos cambien su manera por causa de nosotros. En cambio, practiquemos la unidad en medio de la variedad y la variedad sin conformidad. Aun cuando exista cierta variedad, seguimos siendo uno en Cristo. (Witness Lee, Estudio Vida de Romanos, pág. 654).

Si una persona profesa creer en Cristo y en Su obra salvadora, debemos recibirla, aunque discrepemos en asuntos que quedan fuera de la fe común, siempre que esa persona no practique inmoralidad o idolatría, no cause división y no enseñe herejías sobre la persona de Cristo (1 Co. 5:11; Tit. 3:10; 2 Jn. 7-11).

No recibir enseñanzas diferentes

Algunos, sin embargo, abusan de esta recepción de otros creyentes para exigir que recibamos diferentes ministerios con diferentes enseñanzas. Aquí es importante acoger toda la enseñanza de los apóstoles y no sólo aquellas partes que se ajusten a nuestro temperamento o que favorezcan la agenda de aquellos que promocionan agresivamente su propio ministerio y enseñanza. El mismo autor que mandó a los creyentes: “Por tanto, recibíos los unos a los otros, como también Cristo os recibió, para gloria de Dios” (Ro. 15:7), también exhortó a su joven colaborador Timoteo a, “que mandase a algunos que no enseñen cosas diferentes”, esto es, cosas diferentes a la economía de Dios (1 Ti. 1:3-4). Además, un capítulo después de encomendar a los creyentes a que se recibieran los unos a los otros, Pablo exhortó a los creyentes de Roma, “a que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la enseñanza que vosotros habéis aprendido, y os apartéis de ellos”. (Ro.16:17)

Debemos ver que el recobro del Señor entre nosotros hoy es el resultado del recobro de la enseñanza completa de los apóstoles en el Nuevo Testamento. Esta enseñanza produce iglesias locales como expresiones del Cuerpo universal de Cristo. Esta también conduce a los creyentes de regreso a la experiencia normal de Cristo como su vida y a la función de todos los miembros en armonía para la edificación del Cuerpo de Cristo (Ef. 4:16). En la economía de Dios, todos los elementos cruciales manifiestan la unidad de Dios tanto en Su persona como en Su obra. Hay una Biblia, un Dios, un Cristo, un Espíritu, una vida eterna, una salvación, un vivir, un testimonio, un Cuerpo y una Nueva Jerusalén (véase Los diez ‘unos’ extremadamente cruciales para la edificación del Cuerpo de Cristo). Estos son constituyentes cruciales del ministerio neotestamentario. Este ministerio coopera con Cristo en Su ministerio celestial para producir y edificar iglesias locales como las expresiones prácticas del Cuerpo de Cristo. En estas iglesias locales los creyentes experimentan y disfrutan al Cristo todo-inclusivo como la corporificación del Dios Triuno y funcionan juntos en armonía para la edificación del Cuerpo.

Como nos muestra 1 Timoteo 1:3-4, lo que produce las enseñanzas diferentes difiere de lo que produce la enseñanza del único ministerio neotestamentario de Dios. El ministerio neotestamentario produce fe (Ro. 10:17), la cual vincula a los creyentes con Dios en Cristo para recibir todas Sus riquezas (Gal. 3:2, 14) y a los unos con los otros para el cumplimiento del propósito de Dios, la edificación del Cuerpo de Cristo. Las enseñanzas diferentes producen cuestionamientos: “¿Quién tiene razón? ¿Quién está equivocado?”. Estos cuestionamientos engendran contiendas (2 Tim. 2:23). Finalmente, una persona que enseña cosas diferentes “está cegado por el orgullo, nada sabe, y padece la enfermedad de cuestiones y disputas acerca de palabras, de las cuales nacen envidias, contiendas, calumnias, malas sospechas” (1 Ti. 6:3-4).

Más aun, la enseñanza produce comunión. La enseñanza de los apóstoles introduce a los creyentes en la comunión de los apóstoles, la cual es la única comunión del Hijo de Dios (Hch. 2:42; 1 Jn. 1:3; 1 Co. 1:9). Cualquier enseñanza privada introducirá a los creyentes en una comunión privada:

La comunión proviene de la enseñanza. Debe haber solamente una sola enseñanza, la enseñanza de los apóstoles. Además de esto, debe haber una sola comunión que es producida por la enseñanza de los apóstoles. Lo que enseñamos producirá cierta clase de comunión. Si enseñamos errónea y diferentemente de la enseñanza de los apóstoles, nuestra enseñanza producirá una comunión sectaria y divisiva. (La manera ordenada por Dios de practicar la economía neotestamentaria, pág. 155).

Es por estas razones que el hermano Lee nos advirtió: “Todos nosotros tenemos que percatarnos que incluso al enseñar cosas diferentes en pequeña medida, estamos destruyendo el recobro” (Entrenamiento para ancianos, libro 3: La manera de llevar a cabo la visión, pág. 49).

En estos asuntos la historia de los creyentes en Éfeso es instructiva. Las visitas de Pablo a Éfeso están registradas en Hechos 18:19-21 y en el capítulo 19. En su segunda visita, Pablo permaneció en Éfeso por tres años (Hch. 20:31). Durante una escala en Mileto de camino a Jerusalén, Pablo llamó a los ancianos en Éfeso a que acudieran a él, y en ese momento les advirtió: “Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos” (v. 30). La última frase de esta declaración muestra que el motivo impuro de los que enseñan de forma diferente es ganar seguidores personales. Fue después de esto que Pablo exhortó a Timoteo que se quedase en Éfeso para que mandase a algunos que no enseñasen cosas diferentes (1 Ti. 1:3-4). No obstante, más tarde Pablo escribió “me han vuelto la espalda todos los que están en Asia” (2 Ti. 1:15). La última mención de Éfeso aparece en el libro de Apocalipsis, donde el Señor mismo dice: “Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te has arrepentido” (Ap. 2:4-5).

La progresión aquí debe ser una palabra que nos haga sobrios, especialmente porque hemos observado el mismo patrón en nuestra historia. El ministerio neotestamentario es un ministerio que nos desposa (2 Co. 11:2), que nos hace amar al Señor y prestar atención al deseo de Su corazón por encima de todo. Cada vez que alguien promueve una enseñanza diferente, una enseñanza distinta a la de los apóstoles para la edificación del Cuerpo de Cristo en las iglesias locales que están en una comunión armoniosa, el resultado es el mismo: cuestionamientos, contenciones y en última instancia, división. Lo mismo es cierto cuando alguien utiliza porciones seleccionadas de la Biblia o del ministerio para promover sus puntos de vista privados. Que el Señor nos preserve en Su recobro.

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