La fuente de autoridad: La presencia del Señor

Hechos 15 y Mateo 18 nos muestran un punto crucial con respecto a la autoridad, a saber, que la autoridad procede de la presencia del Señor. Esto tiene un gran significado en nuestra práctica de la comunión y la oración. Hechos 15 es el único registro de una reunión de ancianos y colaboradores en relación con un problema que estaba preocupando a las iglesias. Mateo 18:18-20 nos muestra cómo los santos deben orar en respuesta a un problema específico dentro de una iglesia local.

En Hechos 15:6 los apóstoles se reunieron con los ancianos en Jerusalén para tratar un asunto que turbaba a las iglesias gentiles, esto es, la insistencia en que los creyentes gentiles debían ser circuncidados para ser salvos. El versículo 7 comienza: “Y después de mucha discusión, Pedro se levantó…”. Esto indica que aquellos que estaban presentes eran libres de discutir el asunto abiertamente. Sin embargo, desde el momento en que Pedro se levantó la atmosfera en la reunión cambió. Lo que es importante en nuestra consideración aquí no es de qué se trataba esa reunión, qué dijo Pedro o cuál fue la decisión final, sino la manera en la cual Pedro, Bernabé y Pablo se condujeron y lo que su hablar produjo. Con respecto a este asunto, el hermano Nee observó:

La cosa más importante al leer la Biblia es el tocar el espíritu de la Biblia. En esa ocasión cuando Pedro se levantó para hablar no debatió en absoluto. Si usted se involucra en el debate, no está calificado para ser líder, ni está calificado para ser uno que tenga autoridad. Aquel que está en autoridad no contiende con la gente. Una vez que uno contiende, pierde su posición. (Los asuntos de la iglesia, pág. 167)

Pedro simplemente reportó cómo Dios había operado cuando él visitó a la familia de Cornelio y habló a aquellos que se reunían allí, diciendo que fue Dios mismo quien da libremente el Espíritu Santo a un grupo de gentiles (vs. 7-8; Hch. 10). Después que él habló, 15:12 dice: “Entonces toda la multitud calló”. El hermano Nee comentó al respecto:

Hermanos, la Biblia tiene su espíritu, y ustedes deben tocar tal espíritu a fin de comprender ese libro. Pedro simplemente presentó sus puntos, sin ser afectado y sin perder su dignidad. Era como una persona en autoridad, simplemente exponiendo estas cosas. Espero que vean que en una conferencia de la iglesia, si incurren en argumentos, ustedes serán como los demás y estarán descalificados para tomar decisiones. (pág. 168)

El hablar de Bernabé y Pablo es igualmente sorprendente. El hermano Nee describe así la escena y su forma de hablar de la siguiente manera:

Bernabé entonces se puso de pie para hablar, y Pablo hizo lo mismo. Debemos prestar especial atención al hecho de que cuando estos dos hermanos se levantaron para testificar, tenían que estar muy serios delante de Dios. De nuevo, debemos tratar de tocar sus espíritus. Estos dos hermanos indudablemente no se pararon para hablar con griteríos, ni a la ligera; lo que ellos hablaron tenía peso. Ustedes deben entender la situación en aquel momento. Cuando Bernabé y Pablo se pusieron en pie para hablar, su meta era parar la contienda, no producirla. La contienda se detiene con la presencia de Dios. En esta clase de reunión, la palabrería debe ser detenida. La palabrería no se detiene por el hablar de uno, sino por traer a la gente delante del Señor. Si usted no es esta clase de persona, tal conferencia se desmoronará. Es inútil imitar. Cuando Bernabé y Pablo se pusieron de pie para hablar, todos guardaron silencio. Cuando estos dos hermanos se levantaron para hablar, pudieron traer a otros delante de Dios. Los otros hermanos eran más experimentados que ellos, pero debido a que estos dos hermanos se levantaron para hablar, todos fueron traídos delante de Dios, y la presencia de Dios fue introducida en la reunión. El clamor del debate cesó, y todos escucharon silenciosamente a lo que Dios había hecho por las manos de ellos. (págs. 168-169)

Después que Pedro, Bernabé y Pablo hablaron, la presencia del Señor fue introducida en la reunión, el sentir de los hermanos acerca de la mente del Señor en este asunto se volvió claro y la discordia se disipó. En relación con la reunión, Lucas utiliza la expresión “les pareció bien” tres veces:

Versículo 22: Entonces pareció bien a los apóstoles y a los ancianos, con toda la iglesia…

Versículo 25: Nos ha parecido bien, habiendo llegado a un acuerdo…

Versículo 28: Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros…

¿Cuál fue el factor que trajo la unanimidad entre los apóstoles y los ancianos? Fue la presencia del Espíritu Santo. ¿Qué trajo la presencia del Espíritu Santo? Fue el hablar de Pedro, Pablo y Bernabé. No hay ninguna indicación en el texto de Hechos 15, sobre cuándo entró la presencia del Señor; no obstante, en su epístola a las iglesias los apóstoles, los ancianos y la iglesia en Jerusalén pudieron decir: “Ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros”. Esto indica que el Espíritu Santo estaba presente con aquellos que se reunían y los trajo bajo la autoridad del Señor como Cabeza, lo que resultó en el estar armonizados en la misma mente y en la misma opinión (cfr. 1 Co. 1:10). Así, el hermano Lee dijo enfáticamente: “Esta presencia del Espíritu Santo es la autoridad con la cual se juzgan los asuntos en la iglesia” (El manejo de la iglesia por parte de los ancianos, pág. 247).

El hermano Lee una vez preguntó: ¿Cuál es la diferencia entre tener comunión unos con otros y expresar nuestra opinión?” La primera frase de la respuesta del hermano Lee es muy significativa: “El propósito de la comunión es obtener la presencia del Señor” (La experiencia y el crecimiento en vida, ed. 2da, pág. 162). ¿Por qué es éste el caso? Porque la comunión verdadera en el Cuerpo siempre pasa a través de Cristo, la Cabeza, cuya autoridad es hecha real de manera práctica en la comunión del Espíritu Santo, lo que nos trae la presencia misma del Señor. La comunión nos introduce en la presencia del Señor y la presencia del Señor trae autoridad. Esta es la razón por la que tenemos la experiencia de que cuando buscamos comunión sobre un asunto, a menudo somos aclarados aun cuando no recibamos una respuesta directa a nuestra pregunta o problema. Si esa comunión nos introduce en la presencia del Señor, Su presencia nos pone bajo Su encabezamiento.

Por esta razón cuando nos reunimos para tener comunión sobre un asunto, lo que es crucial es que busquemos estar en la presencia del Señor para representarlo a Él.

La iglesia no es un lugar donde las personas expresan sus opiniones y donde debaten; no, es un lugar donde Dios es temido, donde Su señorío es honrado y donde está Su presencia y Él es representado. Solo cuando todo esto se encuentre, allí estará la iglesia.

Una vez más, en la iglesia está la presencia de Dios y Su representación de esta presencia. Esta representación es la autoridad. (El manejo de la iglesia por parte de los ancianos, pág. 85)

Esta es la razón por la que nunca debemos discutir o defender nuestra posición, ni siquiera internamente. Hacerlo es estar en el yo apartados de la presencia del Señor. Es insultar la autoridad de Cristo como Cabeza. Por lo tanto, el hermano Lee dijo: “Si somos un hermano responsable, podemos tener comunión, con los hermanos y hermanas respecto a nuestro sentir. Sin embargo, independientemente de qué sientan hacer los hermanos, no debemos discutir ni tener opiniones al respecto. Para ello es necesario que el yo, esto es, nuestro hombre natural, sea quebrantado” (El terreno de la iglesia y el servicio en el Cuerpo, pág. 108; véase también Principios básicos en cuanto al ancianato, págs. 37-39; CWWL/a, 1981, vol. 1, pág. 572).

El mismo principio es cierto en la oración, como se muestra en Mateo 18:18-20. El versículo 18 habla de los santos ejercitando la autoridad del reino para atar y desatar por medio de la oración. El versículo 19 muestra una condición previa para que tal oración sea respondida: “si dos de vosotros están en armonía”. El versículo 20 muestra claramente que esto es más que simplemente un acuerdo. Allí dice: “Donde están dos o tres congregados *en Mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos”. El requisito es estar congregados fuera de nosotros mismos y dentro del nombre del Señor, el cual es Su persona. Cuando eso ocurre, la presencia del Señor está allí: “allí estoy Yo en medio de ellos”. Acerca de este pasaje, el hermano Lee dijo:

Cuando estamos reunidos en el nombre del Señor, estamos reunidos en Su persona. Entonces ciertamente lo tendremos a Él con nosotros. Tenemos Su presencia, y Su presencia es la autoridad del reino de los cielos para que tomemos medidas con respecto a un hermano que peca. Al hacer esto, en realidad no confrontamos a aquel hermano, sino al diablo y los demonios. Si intentamos ejercer la autoridad del reino sin la presencia del Señor, esto no funcionará. Se tiene que ejercer la autoridad del reino de los cielos para atar y desatar en la presencia del Señor.

El contexto de Mateo 18 indica que la realidad de la iglesia es la presencia del Señor. Es imprescindible que la iglesia tenga la certeza de que cuenta con la presencia del Señor como su realidad; de otro modo, carece de la autoridad genuina. La autoridad real y concreta de la iglesia es la presencia del Señor. (La Conclusión del Nuevo Testamento, cp. 192, págs. 2167-2168).

Todo esto es bastante aplicable a nuestra práctica de la vida de iglesia. No debemos presumir, debido a que ocupamos cierta posición, que podemos ejercer autoridad bien sea en la comunión o la oración. Esto es ofensivo para el Señor. En cambio, debemos ejercitarnos para estar en Su presencia y ser uno con Él para traer a aquellos que nos rodean y los asuntos de interés a Su presencia. Esto honrará Su autoridad y le permitirá llevar a cabo muchas cosas en y por medio de la iglesia, de acuerdo con Su profunda y multiforme sabiduría (Ro. 11:33; Ef. 3:10).

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