Debido a que la iglesia se compone de pecadores redimidos que están en proceso de transformación, es inevitable que haya problemas entre los santos. Nadie puede decir que ya no tiene pecado o que ya ha sido transformado hasta el punto de que su carne, su yo o su vida natural ya no son un problema. A partir de Hechos 5, el Nuevo Testamento deja claro que en una iglesia local auténtica pueden surgir muchos problemas graves. De hecho, las epístolas de Pablo abordaron problemas en varias iglesias locales, siendo el ejemplo más llamativo su epístola a la iglesia en Corinto. Además, no es casualidad que el Señor Jesús, al revelar el aspecto local de la iglesia en Mateo 18, lo hiciera en el contexto de cómo tratar un problema en la iglesia (vs. 15-20).
El Nuevo Testamento proporciona pautas claras para tratar con los problemas, pautas que los colaboradores en el recobro del Señor afirman y procuran practicar. Los problemas en la iglesia se tratan en la comunión, honrando el arreglo gubernamental de Dios, y en amor con miras a preservar y restaurar a los involucrados. Aquellos que hacen acusaciones públicas violan todos estos principios.
Resolver los problemas mediante la comunión genuina
El Nuevo Testamento deja claro que todos los problemas de la iglesia deben tratarse en y con la debida comunión. Los problemas que surgieron en la iglesia en Jerusalén, en el capítulo 6 de los Hechos, y en la iglesia en Antioquía, en el capítulo 15, fueron tratados de esta manera. En su ministerio, Witness Lee también enfatizó la comunión como la única manera de tratar con los problemas en la iglesia: “Todos los problemas pueden solucionarse y deben resolverse mediante la debida comunión, orando juntos sincera y detalladamente. La comunión resuelve cualquier pregunta o problema” (La visión intrínseca del Cuerpo de Cristo, pág. 100)
Aquellos que se han ido y ahora se burlan de las iglesias locales, el ministerio para las iglesias, y el liderazgo entre las iglesias, se han apartado del camino que el Señor dio en Mateo 18 y el modelo visto en Hechos 6 y 15 para tratar cualquier problema. Algunos se han aislado de la comunión de las iglesias. Algunos, habiendo expresado públicamente el deseo de influir en otros para que hagan lo mismo, se han convertido en los que promueven divisiones y son facciosos (Gá. 5:19-20; Jud. 19). Aquellos que han hecho tropezar a los santos a través de acusaciones públicas, han pisoteado el modelo bíblico de tratar los problemas a través de una comunión apropiada.
Honrando el arreglo gubernamental de Dios para la administración de la iglesia
Aquellos que exigen que los colaboradores en el recobro del Señor respondan ante ellos a la hora de abordar los problemas de la iglesia, hacen caso omiso al arreglo gubernamental de Dios para administrar la iglesia como Su casa. El Nuevo Testamento muestra que en Su casa Dios ha ordenado dos oficios para representarlo gubernamentalmente: los apóstoles y los ancianos. Los apóstoles laboran y ministran entre las iglesias como un todo y nombran ancianos en las iglesias locales (Ro. 1:5; Hch. 14:23). Los ancianos administran una iglesia local y pastorean a los santos en su localidad (1 P. 5:2). Los ancianos tienen la responsabilidad de tratar los problemas entre los santos de su localidad. Los problemas que son extra-locales, que involucran a los ancianos o que un ancianato local es incapaz de resolver pueden ser tratados por los apóstoles (Hch. 15:1-21; 1 Ti. 5:19; 1 Co. 1:11).
Primera de Corintios ofrece un ejemplo de ello. La casa de Cloe alertó a Pablo acerca de las disputas en la iglesia en Corinto (1 Co. 1:11), y algunos informaron a Pablo del grave pecado de fornicación que se daba entre los corintios (5:1). Como los ancianos no habían tratado estos asuntos, Pablo se ocupó de ellos personalmente en su primera epístola, tanto dándoles instrucciones sobre cómo tratar la situación y también prometiendo que él mismo vendría para poner en orden los asuntos pendientes (5:13; 11:34). Este es un modelo apropiado para tratar con problemas serios en la iglesia. Aquellos que informaron a Pablo acerca de los problemas de la iglesia en Corinto no abandonaron la iglesia, ni la condenaron públicamente y luego exigieron que Pablo, Pedro y los otros hermanos que tomaban la delantera vinieran a ellos y respondieran por la situación en la iglesia allí, como algunos están haciendo actualmente. Han abandonado la vida de la iglesia, han vituperado el ministerio y las iglesias en el recobro del Señor, y han insistido en que los colaboradores respondan ante ellos.
Además, la responsabilidad de tratar los problemas que ocurren entre los santos en una localidad recae, en primer lugar, en el ancianato en esa localidad. Como aquellos que toman la delantera, los ancianos son los únicos responsables de velar por los santos y la situación en sus respectivas localidades (Hch. 20:28; 1 P. 5:1-2). Los ancianos tratan los problemas que se les presentan de acuerdo con la dirección del Espíritu y con miras a proteger a los santos, sus familias y el testimonio de la iglesia de daños indebidos. No hay fundamento en las Escrituras para que los santos exijan que los ancianos rindan cuentas públicamente sobre cómo se abordará, o se ha abordado, un asunto en particular. Los asaltos públicos a los colaboradores o al liderazgo en la iglesia equivalen a asaltar el arreglo de Dios para la administración de la iglesia.
En un espíritu de amor
Cualquier problema que surja entre los santos debe tratarse en un espíritu de amor, con miras a preservar y restaurar a los implicados (2 Ti. 1:7; Gál. 6:1; 2 Co. 2:7). Esto no significa excusar a los que han pecado ni dejar de tratar, incluso severamente, las ofensas graves que puedan ocurrir en una iglesia local. Sin embargo, incluso en un caso tan grave como el del hermano pecador del que se habla en 1 Corintios 5, Pablo exhortó a los hermanos a que le perdonaran, consolaran y confirmaran su amor hacia él cuando se arrepintiera, para que Satanás no tomara ventaja de ellos, ya que siempre busca dañar al pueblo de Dios (2 Co. 2:7-11). Debemos preocuparnos por la edificación del Cuerpo de Cristo y, en la medida de lo posible, no permitir que ningún miembro tropiece (11:29). Tratar con los problemas de manera imprudente con charlas descuidadas que exponen innecesariamente las fallas de otros, los daña a ellos, a sus familiares, a otros que pueden haber sido afectados y a los que escuchan. Todo esto frustra la edificación de la iglesia.
Los asuntos de suficiente gravedad pueden requerir que ciertos santos o ciertas situaciones sean expuestas (1 Ti. 1:19-20; 5:20; 2 Ti. 2:17-18; 4:14-15). Sin embargo, esto debe ser hecho de una manera sabia, con un espíritu y corazón apropiados, y en el grado apropiado, por los responsables que lideran. Algunos abogan por hacer lo que equivale a una exposición desenfrenada de los supuestos pecados de otros, bajo el pretexto de “sacar a la luz” tales asuntos. Pero al hacerlo ellos muestran tanto un espíritu vengativo como una lamentable falta de preocupación por la preservación de los santos y la edificación de la iglesia. Todos los asuntos se deben hacer en amor y con miras a lo que es bueno para edificación (Ro. 14:19; 1 Co. 14:26; Ef. 4:16, 29).
Exigencias hipócritas
Los que vituperan del ministerio en el recobro del Señor al mismo tiempo afirman que buscan un «diálogo» constructivo, dejando de lado la manera bíblica de tratar los problemas en la iglesia tal como se presenta en el Nuevo Testamento. Son como Sanbalat, Tobías y Gesem en el libro de Nehemías, quienes aun burlándose y oponiéndose activamente a las obras de reconstrucción de la ciudad de Jerusalén, invitaron a Nehemías a reunirse con ellos (Neh. 2:19; 4:1; 6:2). Su invitación poco sincera buscaba socavar el trabajo de reconstrucción bajo el liderazgo de Nehemías (vs. 4-7). Del mismo modo, los actuales llamamientos al «diálogo» disfrazan un ataque contra el liderazgo en el ministerio y la obra en el recobro del Señor. La respuesta de Nehemías fue rechazar su engaño e intensificar la obra de reconstrucción (vs. 8-9).
Esto no significa negar la existencia de problemas en y entre las iglesias. Sin embargo, siempre debemos tomar el camino bíblico para hacer frente a los problemas en y a través de la comunión, honrando el arreglo gubernamental de Dios de tener ancianos y apóstoles para administrar los asuntos de la iglesia, y con un corazón de amor, un espíritu de perdón y restauración, y una visión para llevar a cabo la obra central de edificar las iglesias como el Cuerpo de Cristo.