Tres verdades fundamentales y por que son importantes

Por décadas algunos se han opuesto a la enseñanza del ministerio en el recobro del Señor sobre tres categorías vitales de la verdad: el Dios Triuno, la salvación de Dios en vida y el terreno de la iglesia. Se ha escrito mucho para corregir las tergiversaciones y para presentar la verdad de la Biblia con respecto a estos tres puntos. Para el cumplimiento de la economía eterna de Dios, de tener el Cuerpo de Cristo como Su agrandamiento y expresión, Su pueblo necesita conocer y entrar en estas verdades. Más aun, todos nosotros necesitamos ser equipados para defenderlas (2 Ti. 2:15; 1 Pe. 3:15).

El Dios Triuno

La Biblia muestra que Dios es uno (1 Co. 8:4; Isa. 45:5) y que Él también tiene el aspecto de tres: el Padre, el Hijo y el Espíritu (Mt. 28:19). Los tres son Dios, el Dios completo (1 P. 1:2; He. 1:8; Hch. 5:3-4) y los tres son eternos (Is. 9:6; He. 1:8; 9:14). Más aun, los tres coexisten, esto es, existen simultáneamente, desde la eternidad hasta la eternidad (Mt. 3:16-17; Jn. 14:16-17); Ef. 3:14-17; 2 Co. 13:14), los tres son coinherentes, es decir, moran eternamente el uno en el otro (Jn. 10:38; 14:10-11, 20; 17:21). Por lo tanto, los tres son distintos en su coexistencia, pero inseparables en su coinherencia.

Un principio clave para interpretar la Biblia es aceptar como verdad lo que dice en palabras claras. Por ejemplo, la Biblia dice: “El postrer Adán [Cristo| llego a ser el Espíritu vivificante” y “El Señor [de nuevo, Cristo] es el Espíritu” (1 Co. 15:45b; 2 Co. 3:17a; cfr. 4:5). La Biblia también dice que el Hijo y el Padre son uno (Jn. 10:30; 17:22; Is. 9:6). Nosotros afirmamos estas indicaciones claras de que los tres son uno e inseparables; pero algunos, debido a que creen que los tres de la Deidad no solo son distintos sino que también están separados, no pueden aceptar el claro peso de la enseñanza bíblica. Imponiendo su teología por encima de la Biblia, intentan explicar las palabras de la Biblia. Decir que el Padre, el Hijo y el Espíritu están separados es contrario no sólo a las Escrituras sino también a la experiencia de los creyentes. Las Escrituras indican claramente que los tres de la Trinidad están en los creyentes (Ef. 4:6; 2 Co. 13:5; Col. 1:27; Ro. 8:9-11; 1 Co. 3:16). Decir que el Padre, el Hijo y el Espíritu están separados contradice la experiencia de los creyentes, la cual les dice que solo uno —el Dios Triuno corporificado en Cristo y hecho real como el Espíritu— está en ellos. Si los tres están separados y cada uno es Dios, entonces no podemos escapar de la herejía de que hay tres Dioses. El error de enseñar que los tres están separados también nos hace perder la verdadera naturaleza de la unidad de los creyentes como el Cuerpo de Cristo. El Señor Jesús dijo a Sus discípulos que Él y el Padre son coinherentes (Jn. 14:10-11), y también dijo que Sus discípulos son coinherentes con Él (v. 20; 15:4). Esta es la unidad por la que el Señor oró en Juan 17, una unidad que no es nada menos que la coinherencia de los creyentes con el Dios Triuno coinherente (vs. 21-23).

La salvación orgánica que Dios efectúa

De acuerdo con la Biblia, la salvación completa que Dios efectúa tiene dos aspectos. Fuimos redimidos por medio de la muerte de Cristo, mediante la cual hemos sido justificados por Dios y reconciliados con Él (Ro. 3:24; 5:1; 10a). A este hecho maravilloso, consumado y eterno le llamamos la redención jurídica. Por medio de creer en Cristo y en Su obra redentora recibimos la vida eterna, la cual es Cristo mismo (Jn. 3:36; 11:25; 14:6). Ahora, como los reconciliados, estamos siendo salvos en la vida del Hijo de Dios (Ro. 5:10b). Llamamos a esta salvación la salvación orgánica. El aspecto jurídico de la salvación que Dios efectúa se basa en la obra consumada de la redención y es en gran medida objetivo. El aspecto orgánico de la salvación que Dios efectúa se basa en la operación de Cristo dentro de nosotros como el Espíritu que mora en nuestro interior y, aunque se basa en verdades objetivas, es bastante subjetivo desde el punto de vista de nuestra experiencia. El hecho de que la salvación orgánica que Dios efectúa implique una experiencia subjetiva, desconcierta a aquellos cristianos cuya visión de la salvación es totalmente doctrinal y objetiva.

Los críticos han atacado dos términos en particular —mezcla y deificación— que se utilizan para describir la obra de Dios en los creyentes en Su salvación orgánica. La mezcla es el término bíblico utilizado para describir los dos elementos básicos de la ofrenda de harina: harina fina y aceite (Lev. 2:4-5). Igual que todas las demás ofrendas principales de Levítico, la ofrenda de harina tipifica a Cristo. La mezcla de harina fina y aceite en la ofrenda de harina, que tipifica la relación de las naturalezas divina y humana en Cristo. Los críticos del término mezcla han alegado que la mezcla produce una tercera naturaleza que no es ni humana ni divina. Sin embargo, ellos no toman en cuenta el uso cuidadoso del término por parte del hermano Lee, tal como se define en Webster’s Third New International Dictionary: “Mezcla o mezclar es combinar o juntar con otra cosa de manera que los componentes permanezcan distinguibles en la combinación”. Por medio de la encarnación, la divinidad se mezcló con la humanidad, pero las dos naturalezas de Cristo permanecieron distinguibles en la combinación; no se produjo una tercera naturaleza. Lo mismo ocurre con la mezcla de Dios y el hombre en los creyentes a través de la salvación orgánica que Dios efectúa. Aunque ahora somos hombres mezclados con Dios, no dejamos de ser hombres y Dios no deja de ser Dios.

Nuestra enseñanza sobre la deificación se resume en la afirmación: «Dios se hizo hombre para que el hombre llegue a ser Dios en vida y naturaleza, pero no en la Deidad». Nuestra comprensión acerca de la deificación se basa en la verdad bíblica de que los creyentes tienen la vida eterna, la cual es la vida del propio Dios (1 Jn. 5:11; Ef. 4:18), y la naturaleza divina (2 P. 1:4). Esta vida de Dios con la naturaleza divina opera en los creyentes para santificarlos, renovarlos y transformarlos, conformándolos finalmente a la imagen de Cristo como el Hijo primogénito de Dios y glorificándolos (Ro. 8:29-30). Dios siempre tendrá ciertos atributos que los seres humanos no pueden compartir, como la omnipotencia, la omnisciencia y la omnipresencia. No obstante, la Biblia muestra que Dios no sólo eligió entrar en Su creación, mediante la encarnación para ser un hombre genuino con vida y naturaleza humanas, sino que también eligió pasar por la muerte y la resurrección para compartir Su vida y naturaleza divinas con Sus creyentes (Jn. 1:14; 2 Co. 5:19; Jn. 3:36; 2 P. 1:4). Esto no comprometió su condición de Dios único, que existe en Sí mismo y desde siempre, que es el Creador de todas las cosas, y quien es el único objeto de nuestra adoración (cfr. Hch. 10:25-26).

Algunos también afirman falsamente que nuestro énfasis en la necesidad de la experiencia subjetiva de Cristo socava la autoridad de la Biblia. En realidad, enseñamos que cualquier experiencia que sea del Espíritu siempre estará en armonía con la enseñanza y los principios que se encuentran en la Palabra de Dios, que debemos aceptar sólo aquellas experiencias que concuerden con la Biblia, y que debemos rechazar cualquiera que no lo esté. Al hacer que el evangelio sea totalmente objetivo, las opiniones de nuestros críticos le roban al evangelio su vitalidad y anulan la “mucha más” salvación que Dios efectúa en la vida de Su Hijo (Ro. 5:10b). Sin la obra de Dios para salvarnos en la vida de Su Hijo, es decir, Su operación en nosotros para deificarnos a través de mezclarse con nosotros, sería imposible para nosotros tener el crecimiento apropiado en la vida hasta llegar a la madurez, individualmente, y para la iglesia llegar a ser un hombre de plena madurez, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo, corporativamente (Col. 2:19; Ef. 4:13).

Nuestra posición sobre el terreno de la unidad

En la Biblia y en el universo hay un solo Cuerpo de Cristo (Ef. 4:4a). Debido a la limitación en el tiempo y el espacio, este único Cuerpo de Cristo se expresa de manera práctica en diferentes ciudades como iglesias locales (Hch. 8:1; 13:1; Ap. 1:11). En cada ciudad hay una sola iglesia con una sola administración que abarca a todos los creyentes de esa ciudad (Hch. 14:23; Tit. 1:5). Cada iglesia local genuina lleva el testimonio de la unidad localmente y también universalmente por medio de su comunión con todas las demás iglesias locales del Cuerpo de Cristo (Hch. 2:42; 1 Co. 1:9; 2 Co. 13:14; 1 Jn. 1:3).

Amamos a todos los creyentes, se reúnan o no con nosotros. Sin embargo, debemos decir fielmente que el sistema del cristianismo se ha desviado de lo que revela la Biblia. Está lleno de sustitutos que distraen a los creyentes de conocer a Cristo como su vida (Col. 3:4). El sistema de clérigos y laicos anula la función orgánica de los miembros del Cuerpo de Cristo (1 P. 2:5, 9). El sistema denominacional corta el Cuerpo de Cristo en pedazos (1 Co. 1:10). Afirmamos las condenas bíblicas de este sistema degradado (Mt. 13:31-33; Ap. 2:12-3:6; 3:14-22; 17:1-18).

Nuestros opositores presentan esta condena de la cristiandad organizada como un ataque a los cristianos. Algunos incluso lo llaman un ataque a la fe. Ambas acusaciones son falsas. Amamos a nuestros hermanos, con quienes compartimos la misma fe (Jud. 3). Sin embargo, estamos obligados por nuestra conciencia a seguir el modelo neotestamentario de una iglesia en una ciudad, aunque no insistimos en que otros hagan lo mismo. La alternativa es aumentar la confusión y la división actuales y perder la bendición de la vida ordenada de la cual hemos disfrutado durante muchos años (Sal. 133:1, 3). Creemos que es necesario que un grupo de personas testifique que la cruz de Cristo ha anulado todas las diferencias y preferencias que dividen a los creyentes (Ef. 2:14-16; Col. 2:14; 1 Co. 1:12-13), que el Cristo resucitado como Espíritu es el elemento mismo de la unidad de los creyentes (Ef. 4:3-4a), y que el resultado de la obra consumada de Cristo debe manifestarse en una unidad práctica ante el mundo (Jn. 17:21, 23). Además, según nuestra interpretación de la Biblia, mantener esta unidad es un requisito previo para la edificación del Cuerpo de Cristo (Ef. 4:3, 12, 16).

Conclusión

Estas tres categorías de verdad comparten una misma característica: todas son vitales para el cumplimiento de la economía eterna de Dios. Sin Cristo como el Espíritu no tendríamos forma de experimentar las inescrutables riquezas de Cristo (Ef. 3:8) ni que Él haga Su hogar en nuestros corazones (v. 17). Sin el aspecto orgánico de la salvación que Dios efectúa, no tendríamos forma de crecer hasta alcanzar la madurez y Dios no tendría forma de conformarnos a la imagen de Su Hijo. Sin el terreno de la iglesia, no habría forma de manifestar la unidad del Cuerpo de Cristo o edificar el Cuerpo de Cristo de manera práctica. Que el Señor conceda a todos los santos en Su recobro un espíritu de sabiduría y revelación para poder ver, y una entrega absoluta para constituirse con la verdad respecto a estos asuntos, no solo por su propio bien sino también para sostener y testificar de la verdad por el bien de todos los hijos de Dios.

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