Asaltando el terreno de la unidad (6): El terreno de la iglesia es para la edificación del Cuerpo de Cristo

Mateo 18:20 contiene una maravillosa promesa: “Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Sin embargo, algunos han usado mal este versículo para descartar la necesidad de que las iglesias locales se establezcan y edifiquen en el terreno apropiado. Afirman que la reunión de dos o tres en el nombre del Señor es el único requisito para ser una iglesia genuina. Este entendimiento errado ha excusado la división, ha abierto la puerta a la proliferación de “iglesias” independientes y grupos libres, y ha frustrado la edificación del Cuerpo de Cristo. En contraste con esta mala interpretación, necesitamos ver lo que realmente dice Mateo 18 y que el terreno de la iglesia es la base para la edificación del Cuerpo de Cristo según el Nuevo Testamento.

Un problema básico entre los cristianos es enfatizar solo el aspecto universal de la iglesia y descuidar su aspecto local. Al ver únicamente que los creyentes son miembros del Cuerpo de Cristo, algunos argumentan que cualquier reunión de creyentes en el nombre del Señor está suficientemente calificada para constituirse en una “iglesia”. Sin embargo, 1 Corintios 10:32 menciona a la única iglesia de Dios, mientras que 11:16 habla de las muchas iglesias de Dios, que son las manifestaciones de la iglesia de Dios localidad por localidad, indicando que aparte de las iglesias locales la única iglesia de Dios no podría tener una expresión práctica en la tierra. Witness Lee captó este pensamiento cuando declaró: “Sin las iglesias locales, la iglesia se convierte en apenas un término; se convierte en algo en los cielos, algo en el futuro, algo que esperamos ansias pero que no es tan real ni práctico actualmente en esta tierra” (La expresión práctica de la Iglesia, 2da, págs. 24-25). Al descuidar la revelación del Nuevo Testamento concerniente al aspecto local de la iglesia, se pierde la base práctica para edificar la iglesia como expresión del Cuerpo de Cristo.

Una visión deficiente de la iglesia

La afirmación de que dos o tres reunidos en el nombre del Señor en Mateo 18 son una “iglesia” es desmentida por el hecho de que los dos o tres mencionados por el Señor no eran la iglesia en sí mismos, sino solo una parte de la iglesia. En el versículo 16, una ofensa que no podía ser resuelta entre dos partes hacía que la parte ofendida trajera consigo “uno o dos más, para que por boca de dos o tres testigos se establezca toda palabra”. Cuando el problema no pudo ser resuelto por los dos o tres, el Señor los dirigió a “decirlo a la iglesia” (v. 17). Por lo tanto, los dos o tres en Mateo 18 no son la iglesia, sino que deben ir a la iglesia, a pesar de estar reunidos en el nombre del Señor.

Mateo 18 describe los pasos para tratar con una ofensa antes de llevarla a la iglesia. La mala aplicación de los dos y los tres en Mateo 18 para acomodar la preferencia de alguien para formar una “iglesia”, ha abierto la puerta a la proliferación de división y confusión entre los creyentes. La revelación del Nuevo Testamento concerniente al terreno de la localidad de la iglesia es una restricción y limitación ordenada por Dios para los creyentes. Si estamos dispuestos a someternos a esta restricción, no podremos “escapar” uniéndonos a otro grupo de cristianos cuando encontremos problemas con otros. Como explicó el hermano Lee:

Si estoy en determinada ciudad, no importa que opine sobre quienes se reúnen allí como la única iglesia local ni importa cómo me traten, no tengo otra opción. Tengo que aprender la lección de la cruz. Debo aprender la lección de ser quebrantado y de negarme a mí mismo. No tengo ningún terreno, ningún derecho ni posición alguna para dar inicio a otra iglesia en esa localidad, siempre y cuando ya exista una allí como entidad singular. Debo estar bajo restricciones y limitaciones. Esta es la verdadera lección. (La expresión práctica de la Iglesia, 2da, pág. 30)

Deberíamos aceptar gustosamente el terreno de la localidad como una limitación y restricción porque nos mantiene en la unidad del Cuerpo de Cristo. Requiere que rechacemos nuestros pensamientos, opiniones, preferencias y ofensas naturales para preservar esta unidad. Así, esta limitación ayuda a nuestro conocimiento de la cruz y a través de la cruz la vida de resurrección de Cristo.

El terreno de la iglesia es la provisión práctica para conocer la cruz y guardar la unidad

Detrás de todas las divisiones entre los miembros del Cuerpo de Cristo está el yo con sus opiniones y preferencias. El yo siempre busca evitar la cruz. En Mateo 16 el Señor respondió a la palabra de Pedro prohibiéndole ir a la cruz, mostrándole su propia necesidad de negarse a sí mismo y tomar su cruz (vs. 21-24). Negarnos al yo con sus pensamientos, conceptos, opiniones, preferencias y elecciones naturales requiere que tomemos la cruz. La falta de voluntad para negar el yo y tomar la cruz cuando surgen diferencias impide que los creyentes se reconcilien con Dios y entre sí (2 Co. 5:20; Mt. 5:24) y da como resultado una búsqueda cristiana individualista y egocéntrica.

La iglesia local en Corinto sufría de tal “espiritualidad” egocéntrica al preocuparse por los dones por encima de la edificación del Cuerpo, apreciando el conocimiento que envanece sobre el amor que edifica, y prefiriendo un siervo del Señor sobre otro (1 Co. 14:4; 8:1; 1:12). Como resultado, carecían del crecimiento genuino en vida. Por lo tanto, Pablo los llamó niños, carnales y divisivos (3:1, 3; 1:10; 11:18-19; 12:25). La prescripción de Pablo para los problemas de esta iglesia local no fue tolerar la división, sino enfatizar la necesidad de conocer en su experiencia al Cristo crucificado, el espíritu mezclado, siendo mezclados, amándose unos a otros y hablando Cristo unos a otros para la edificación de la iglesia localmente y del Cuerpo universalmente (1:18; 2:2; 6:17; 12:24; 13:2-14:1; 16:14; 14:3, 5). Tal prescripción preserva el testimonio de la unidad de la iglesia y permite la edificación de los miembros como un solo Cuerpo. Al negarnos a nosotros mismos aplicando la cruz a través del poder del Espíritu que mora en nosotros, tomamos a Cristo como nuestra vida de resurrección para edificar de manera práctica el Cuerpo de Cristo en unidad (Ef. 4:1-6; Ro. 8:13; 1 Co. 15:45; 2 Ti. 4:22; Gá. 5:16-25).

La edificación del Cuerpo de Cristo se lleva a cabo en las iglesias locales a través del funcionamiento de los miembros

Al hablar de la edificación del Cuerpo de Cristo, Pablo se refiere tanto a los aspectos universales como a los locales de la iglesia en Efesios 2. En el versículo 21 habla de “todo el edificio bien acoplado” y “creciendo para ser un templo santo en el Señor.» Al decir “todo el edificio”, Pablo se refirió al edificio de la iglesia en su aspecto universal. Luego se dirigió a los creyentes de la iglesia local en Éfeso, declarando: “Vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el espíritu” (v. 22, énfasis añadido). La morada del versículo 22 corresponde al templo del versículo 21, lo que indica que la edificación del templo, el aspecto universal de la iglesia, tiene lugar entre las iglesias locales bajo la visión de la unidad universal del Cuerpo de Cristo.

La edificación del Cuerpo de Cristo se realiza mediante el funcionamiento armonioso de sus miembros. Según Efesios 4:16, el Cuerpo no es edificado directamente por Cristo como Cabeza; más bien, el Cuerpo se edifica directamente por el funcionamiento de todos los miembros. Nuestro funcionamiento como miembros para la edificación del Cuerpo requiere que nos despojemos del viejo hombre individualista y nos vistamos del nuevo hombre corporativo (Ef. 4:22, 24; Col. 3:9-10a). Como una vestidura, la forma de vida anterior del hombre viejo debe ser despojada y el hombre nuevo debe ser revestido mediante la renovación de la mente (v. 10b; Ef. 4:23). “Si nunca hemos aprendido a despojarnos”, dijo Witness Lee, “puede que seamos muy activos en la iglesia, pero que no estemos funcionando” (La expresión práctica de la iglesia, 2da, pág. 126). Al despojarse del viejo hombre con su individualismo y egocentrismo, el funcionamiento que emana de la Cabeza se libera para el “crecimiento del Cuerpo para la edificación de sí mismo en amor” (Ef. 4:15, 16).

Debemos tener el mismo amor hacia cada miembro del Cuerpo. El apóstol exhortó a los miembros de la iglesia local en Filipos a “pensar lo mismo, teniendo el mismo amor” (Fil. 2:2). Aquellos que usan Mateo 18 como excusa para formar una división no ejercen el mismo amor hacia todos los creyentes y en cambio ejercen un amor preferencial. En Efesios 4, Pablo les recordó a los creyentes de la iglesia local en Éfeso que debían soportarse “los unos a los otros en amor” y que su función era para el Cuerpo, siendo “para la edificación [del Cuerpo] en amor” (vs. 2-3, 16). Los creyentes de hoy también necesitan tener el mismo amor por todos sus hermanos en la localidad donde el Señor los ha colocado y funcionar para ministrar a Cristo para el crecimiento y la edificación del Cuerpo.

Cuando surgen problemas entre los creyentes, con demasiada frecuencia la respuesta es el comienzo de otra comunión basada en una mala interpretación de los «dos y tres» en Mateo 18. Según el Nuevo Testamento, es en el contexto de una iglesia local que los problemas entre los creyentes serán resueltos. Al regresar al terreno de la iglesia y aplicar la cruz por el Espíritu, los creyentes son suministrados para funcionar como miembros para edificar el Cuerpo en amor. De este modo, el funcionamiento de los miembros localmente edifica el Cuerpo de Cristo universalmente.

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