En esta serie de tres partes examinaremos el asunto del liderazgo en las iglesias locales en el recobro del Señor y cómo se ajusta al modelo revelado en la Biblia. Sin algún tipo de liderazgo, es imposible para cualquier grupo de personas trabajar de manera coordinada y evitar caer en la confusión. Dios, quien tiene el propósito más elevado con el objetivo más elevado, ha confiado a Su pueblo la obra más elevada y noble. Además, Él no es un Dios de confusión (1 Co. 14:33). Por lo tanto, la Biblia muestra claramente que en el pueblo de Dios siempre hay liderazgo. Dios, la autoridad suprema en el universo, ha exaltado a Cristo para que sea el único Líder (Ro. 9:21-22; Hch. 5:31). Sin embargo, la Biblia registra que Dios también levanta a algunos para que expresen y representen Su autoridad al tomar la delantera entre Su pueblo bajo Su dirección continua (Ef. 1:1; Hch. 20:28; He. 13:7, 24). Debido a que el recobro del Señor es para recobrar la verdad y la práctica, incluyendo el asunto del liderazgo, es vital que discernamos el arreglo de Dios para el liderazgo de Su pueblo. Este discernimiento comienza con el reconocimiento de que el concepto de liderazgo del Señor es muy diferente del concepto caído del hombre.
El concepto del Señor respecto al liderazgo
Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento vemos que Dios es el Líder incondicional y absoluto de Su pueblo y que Su intención es que Él lo gobierne directamente (Jue. 8:23; 1 S. 8:7; 12:12). Por esta razón, el Nuevo Testamento indica que toda autoridad, la cual es necesaria para el liderazgo, ha sido dada a Cristo, y cualquiera que exprese y represente genuinamente esa autoridad lo hace en unidad con Él (Mt. 28:18; 2 Co. 2:17). Él es la única fuente de autoridad, y aparte de Él no existe ninguna expresión adecuada de autoridad. Durante el entrenamiento semianual de julio de 2019, Ron Kangas dio un mensaje en el que enfatizó esta verdad:
La autoridad de Dios en realidad es Dios mismo; la autoridad procede del propio ser de Dios (Ap. 22:1). La palabra griega traducida “autoridad” es exousìa. El sustantivo ousía significa “ser”, y ek o ex significa “procedente de.” La autoridad proviene del propio ser de Dios. Ningún ángel o ser humano tiene tal autoridad. Esta es la razón por la cual nadie que ha sido iluminado se atrevería siquiera a pensar que él o ella tiene alguna autoridad. La autoridad es Dios mismo. (Ron Kangas, Extractos de los mensajes del entramiento semianual en julio del 2019: Estudio de cristalización de Números (2), pág. 240)
Aparte de Dios, nadie tiene autoridad en y por sí mismo. Nadie puede pretender tener autoridad en y por sí mismo ni ser el líder del pueblo de Dios. Sin embargo, la Biblia muestra claramente que Dios designa a algunas personas como autoridades delegadas o suplentes, tanto en la sociedad humana como en la iglesia. Él ha establecido estas autoridades para mantener el orden en la sociedad en general y administrar a Su pueblo en particular (Ro. 13:1-7; 2 Co. 10:8; 13:10). Enseñar que debido a que los creyentes individuales están bajo Cristo como la Cabeza, no necesitan someterse a aquellos a quienes el Espíritu Santo ha colocado soberanamente para tomar el liderazgo entre el pueblo de Dios, es desequilibrado y contradice la enseñanza del Nuevo Testamento (1 Co. 12:28; Hch. 20:28; He. 13:17). Sin lugar a dudas, si alguien no está en sumisión a estas autoridades indirectas, tampoco lo está a la autoridad directa de Dios.
Lo que no es el liderazgo
Habiendo visto algo del concepto divino relativo al liderazgo revelado en la Biblia, ahora podemos examinar lo que el liderazgo en la iglesia no es; y podemos así exponer el concepto humano caído.
No es una persona o grupo de personas designadas oficialmente: Debido a que sólo Cristo es el Líder (Hch. 5:31), ninguna persona puede legítimamente reclamar ningún tipo de liderazgo oficial entre el pueblo de Dios. Todo liderazgo apropiado es orgánico, es decir, en vida y según el Espíritu, no por medio de una posición oficial y permanente como en una organización. Por ejemplo, Pedro asumió el liderazgo al principio de los Hechos (Hch. 1:15-22). Sin embargo, más tarde Jacobo ejerció el liderazgo (15:13, 19). Cuando Bernabé y Saulo partieron de Antioquía, Bernabé tomó la delantera (13:2). Sin embargo, cuando fue confrontado con oposición, Pablo, como uno que estaba «lleno del Espíritu Santo», comenzó a tomar la iniciativa para hablar por el Señor porque tenía la mayor capacidad espiritual (v. 9). Estos ejemplos indican que el liderazgo entre el pueblo de Dios no es oficial, sino orgánico según la condición espiritual de cada siervo del Señor y la soberanía del Espíritu Santo. Ni Watchman Nee ni Witness Lee jamás afirmaron ser los líderes oficiales en el recobro, ni tampoco lo hace ninguno de los colaboradores hoy. Más bien, el ministerio en el recobro del Señor enseña firmemente que el liderazgo en las iglesias se lleva a cabo en realidad a través de la enseñanza de los apóstoles y de aquellos que traen esta enseñanza, como veremos en la Parte 2 de esta serie.
Además, entre las iglesias locales no hay una «iglesia principal». En la historia de la iglesia, elevar una iglesia por encima de otras abrió la puerta para el desarrollo de la Iglesia Católica Romana con sus múltiples males. La intención de Dios es que todas las iglesias locales estén en el mismo nivel y se mantengan así al compenetrarse en la única enseñanza y comunión de los apóstoles (Hch. 2:42). Es contrario a la verdad que las iglesias locales más grandes o más establecidas dirijan a las iglesias más pequeñas y menos establecidas, o que una determinada iglesia local dirija a las demás iglesias de la región circundante. Más bien, cada iglesia está encomendada por el Espíritu a la administración de sus ancianos locales (14:23; 20:28) y se mantiene en la comunión única del Cuerpo de Cristo mediante la compenetración.
Del mismo modo, no puede haber una organización central que dirija todas las iglesias locales de la tierra. Después de examinar la situación caótica y divisiva entre las denominaciones en Europa, Norteamérica y China, el hermano Nee habló enérgicamente contra esta práctica degradada. El Señor le mostró que tener cualquier tipo de sede central entre las iglesias, el ministerio y la obra, era subvertir a Cristo como Cabeza y propagar la división entre el pueblo de Dios. De acuerdo al concepto caído del hombre, es necesario tener una organización sombrilla para unir, dirigir y controlar todas las iglesias en la tierra, pero Dios no está de acuerdo. No hay ningún indicio en el Nuevo Testamento de una organización que dirija las iglesias, el ministerio o la obra.
No es ningún tipo de sistema gubernamental hecho por el hombre: Entre el pueblo de Dios no hay ni democracia ni autocracia. Estos sistemas son del mundo y no tienen absolutamente ningún lugar en la iglesia de Dios. Entre el pueblo de Dios sólo hay teocracia. El Señor no cede Su autoridad como Cabeza a ninguna persona o grupo. Por esta razón, las iglesias no votan sobre el camino que debe tomar el recobro, ni existe una persona o grupo que tome decisiones en nombre de todas las iglesias o los santos. La presencia de tales prácticas es señal de degradación (Ap. 2:6, nota 1; 3:14, nota 1; 3 Jn. 9-10)1. El Nuevo Testamento indica que aquellos que toman la delantera no lo hacen ni democrática ni autocráticamente, sino según el guiar del Espíritu, buscando la voluntad del Señor en oración (Hch. 1:24-25, 13:2, 15:27-29).
No ejercitando el señorío, sino el servicio de esclavos: El Nuevo Testamento también deja muy claro que los que toman la delantera entre el pueblo de Dios no deben hacerlo como señores, sino como esclavos (Lc. 22:25-26; 1 P. 5:2-3; 2 Co. 4:5). En el concepto caído del hombre, los líderes son considerados grandes y son exaltados por encima de los demás, pero esto es completamente contrario al pensamiento de Dios. A los ojos de Dios, el liderazgo es un servicio humilde, incluso una esclavitud (Mt. 20:25-28; Hch. 13:36). Además, liderar no es mandar a otros, sino darles el ejemplo a seguir (Hch. 20:34-35; 2 Co. 4:11-16). Witness Lee enseñó fielmente este principio del Nuevo Testamento:
En la iglesia nadie debe ejercitar el señorío. Mateo 20:25-28, 23:8-11, y 1 Pedro 5:1-3, 5, revelan que los gobernadores de las naciones ejercitan el señorío sobre el pueblo, pero en la iglesia no hay ejercicio del señorío. Nosotros tenemos el señorío, pero es el señorío del Señor mismo. Nadie en la iglesia, a pesar de cuánta responsabilidad lleve, de cuánta vida ministre a los santos, o de cuánto le haya sido proporcionada la gracia del Señor para la edificación de las iglesias locales, jamás debe ejercitar ningún señorío sobre los demás. Todos nosotros somos hermanos (Mt. 23:8). (La especialidad, la generalidad y el sentido práctico de la vida de iglesia, 64)
En el mundo los líderes ejercen autoridad sobre otros y gobiernan sobre los demás. En las iglesias los ancianos son aquellos que toman la delantera, pero no son gobernantes. Ellos deberían ser ejemplos, tomando la delantera para servir y cuidar a la iglesia a fin de que los creyentes puedan seguir en el mismo camino. (La historia de la iglesia y las iglesias locales, 17-18)
El concepto humano de liderazgo es organizativo, mundano, jerárquico e incluso satánico. En el recobro del Señor debemos rechazar totalmente este concepto caído. En los siguientes artículos veremos más acerca del modelo bíblico de liderazgo y cómo esa verdad recobrada se aplica de manera práctica en el recobro del Señor hoy.