El liderazgo en el recobro del Señor, parte 2 – El modelo biblico de liderazgo

 

En el artículo anterior vimos que el concepto del hombre de liderazgo y autoridad es diametralmente opuesto al concepto del Señor. Para el hombre natural el liderazgo es un asunto de organización, jerarquía y prestigio. Sin embargo, Dios no reconoce este tipo de liderazgo entre Su pueblo porque todo liderazgo y autoridad están en Dios mismo y emanan de Él. La Biblia testifica firmemente el principio que el liderazgo de Dios sobre Su pueblo es real y práctico y que implica un canal humano. Aquellos que asumen el liderazgo de manera apropiada expresan a Dios como la única autoridad; no tienen autoridad en sí mismos para guiar o dirigir a otros. El pueblo de Dios ciertamente requiere dirección, pero la intención de Dios es que Su pueblo sea dirigido por Su hablar. En este artículo veremos cómo se establece este principio en la Biblia y cómo el hablar de Dios es el liderazgo real, actual y práctico de Su pueblo en la tierra.

El arreglo divino para el liderazgo del pueblo de Dios puede verse en la historia de Israel. En el Antiguo Testamento la ley fue dada por Dios en el Monte Sinaí a través del canal humano de Moisés. Mediante la ley y con el sacerdocio divinamente ordenado, el hablar de Dios fue establecido de manera inalterable entre Su pueblo y se convirtió en la autoridad más elevada, el factor decisivo, y la fuente y base para todo liderazgo, muy parecido a la constitución de una nación:

La ley era el hablar inalterable de Dios. La ley, tal como sucede con la constitución de los Estados Unidos, puede ser considerada como la primera constitución del pueblo de Dios, la cual fue escrita por Dios mismo. El Antiguo Testamento, sin embargo, nos muestra que no bastaba con la constitución de Dios que se hallaba por escrito, sino que había necesidad, además, de Su hablar para el momento. El hablar para el momento de parte de Dios siempre concuerda con Su Palabra escrita. La teocracia ejercida en la nación de Israel consistía en un gobierno acorde con el hablar inalterable de Dios contenido en la ley escrita de Dios así como con el hablar de Dios para el momento, el cual era revelado mediante el pectoral del sumo sacerdote por medio del Urim y el Tumim (Éx. 28:30; Lv. 8:8; Nm. 27:21; Dt. 33:8; 1 S. 28:6; Esd. 2:63; Neh. 7:65). (Entrenamiento para ancianos, libro 09: El ancianato y la manera ordenada por Dios (1), págs. 46-47)

La palabra escrita de Dios, la ley, junto con la palabra instantánea de Dios por medio del Urim y el Tumim, formaron la constitución divina de Dios para Su pueblo. Esta constitución divina era un gran asunto, pues distinguía a la nación de Israel como un reino único en la tierra directamente bajo el gobierno divino (Ex. 19:6). El hablar de Dios fue una constitución divina para este reino, haciendo real y práctica la administración directa de Dios sobre Su pueblo y preservando a la nación de Israel como una teocracia para que Dios pudiera llevar a cabo Su mover sobre la tierra. Por esta razón, incluso después de que Dios permitiera a Israel tomar el camino mundano de tener una monarquía, encargó firmemente a los reyes que mantuvieran la ley y levantó profetas para fortalecerlos (Dt. 17:14-15, 18-19). Además, cuando los hijos de Israel fueron recobrados para ir a la buena tierra, la responsabilidad del liderazgo recayó en aquellos que eran conocedores de las Escrituras y eran capaces de enseñar a otros (Esd. 7:6, 11). Esto indica que el liderazgo real entre el pueblo de Dios lo ejercía Dios. Con respecto a la relación entre el hablar de Dios y Su liderazgo, Witness Lee señala:

En cada era de la obra de Dios a través de Su palabra, ha habido un líder. En el tiempo de la ley, Moisés era el líder. Después de Moisés, Josué se convirtió en el líder. En realidad, el liderazgo no es la persona. El liderazgo es el hablar de Dios. Todas las personas en la era de la ley no seguían a Moisés. Prácticamente hablando, ellos seguían la palabra de Dios hablada por Moisés. (The Problems Causing the Turmoil in the Church Life [Los problemas que causan disturbios en la vida de iglesia], págs. 16-17)

Por lo tanto, el liderazgo en el Antiguo Testamento era el hablar de Dios a través del canal humano de aquellos que llevaban fielmente ese hablar al pueblo de Dios. Estos no tenían autoridad en y de sí mismos. Sin embargo, su hablar, que en realidad era el propio hablar de Dios, estaba lleno de autoridad divina. Este hablar era el verdadero liderazgo y se convirtió en una constitución viviente para mantener al pueblo de Dios bajo el gobierno divino para llevar a cabo la economía divina.

En el Nuevo Testamento este principio perdura. Cristo, como Palabra de Dios, como Aquel que habla por Dios y proclama a Dios, remplaza tanto la ley como los profetas (Jn. 1:1, 14; Ro. 10:4; Mt. 17:1-8). Como Palabra de Dios encarnada, el Señor Jesús no pronunció Su propia palabra, sino la palabra del Padre que lo envió (Jn. 12:49-50; 14:24). Su enseñanza no era Suya, sino del Padre (Jn. 7:16-18). En resurrección y ascensión, Cristo, como la Cabeza, continuó hablando a través de los miembros de Su Cuerpo, en particular los apóstoles (Mt. 10:19-20; Hch. 4:29). Los apóstoles tampoco hablaban por sí mismos, sino lo que el Espíritu, la realidad del Cristo resucitado y ascendido, les daba a hablar (Jn. 16:13; 1 Ts. 2:13; 1 Co. 2:13). Este hablar se volvió la enseñanza de los apóstoles, una continuación directa de la propia enseñanza del Señor en los evangelios:

Lo que el Señor Jesús enseñó en los cuatro evangelios se convirtió en la primera parte de la enseñanza de los apóstoles. Luego, basándose en esto, Pedro enseñó algo más, y basándose en esta enseñanza, Pablo enseñó aún más. Finalmente, Pablo, Pedro, Juan y otros escribieron las epístolas y Apocalipsis. Todas estas enseñanzas son la enseñanza de los apóstoles, y todas estas porciones de la enseñanza de los apóstoles son el contenido del Nuevo Testamento, que es la economía neotestamentaria de Dios. (CWWL/a, 1988, vol. 3, págs. 446-447)

Así como la ley era la constitución para Israel como pueblo de Dios en el Antiguo Testamento, la enseñanza de los apóstoles es la constitución de la iglesia como pueblo de Dios en el Nuevo Testamento:

En los evangelios, el liderazgo en el Nuevo Testamento era una persona, el Señor Jesús. Sin embargo, desde Hechos hasta Apocalipsis, el liderazgo ya no es una persona, sino la enseñanza de los apóstoles. Podemos comparar la enseñanza de los apóstoles con la constitución de los Estados Unidos, que está por encima incluso del presidente (cfr. Gá. 1:8). Ni Pedro ni Pablo controlaban las iglesias. Más bien, sus enseñanzas gobernaban las iglesias. Pablo le dijo a Timoteo que encargara a algunos que no enseñasen cosas diferentes a la economía de Dios (1 Ti. 1:3-4). La enseñanza de los apóstoles, que es la enseñanza de la economía de Dios, es el liderazgo único. Juan dice: «Cualquiera que se propasa, y no permanece en la enseñanza de Cristo, no tiene a Dios” (2 Jn. 9). No debemos unirnos a alguien así, pues el tal es malvado. Esto demuestra una vez más que, después de los cuatro evangelios, el liderazgo gobernante no es una persona, sino la enseñanza del Nuevo Testamento. (CWWL/a, 1988, vol. 3, pág. 447)

El Nuevo Testamento muestra que los apóstoles tomaron la delantera entre las iglesias. Sin embargo, su autoridad no la ejercían controlando a los demás, sino principalmente enseñando las verdades del Nuevo Testamento y presentándose a sí mismos como modelo (1 Co. 4:17; Fil. 3:17; 2 Ts. 3:9; 1 Ti. 4:12). El producto de su ministerio y obra fueron las iglesias locales en diversas ciudades (Hch. 14:21-23). Una vez que se levantaba una iglesia local, los apóstoles nombraban hermanos locales según la guía del Espíritu para que asumieran allí el liderazgo como ancianos (v. 23; 20:28; Tit. 1:5). En lugar de ejercer un control jerárquico sobre estos ancianos, los apóstoles dejaron en sus manos la responsabilidad de cuidar de los creyentes de aquella localidad y continuaron su ministerio y su labor de levantar y establecer más iglesias locales (Hch. 14:24-25). Sin embargo, ellos ciertamente esperaban y exhortaban a los ancianos tomaran la delantera de acuerdo con la enseñanza de los apóstoles y amonestaban a los creyentes bajo el cuidado de los ancianos a seguirlos (Tit. 1:7-9; He. 13:17).

Los apóstoles no permitieron que nadie enseñara cosas diferentes (1 Ti. 1:3-4). Considerando que su palabra era el propio hablar de Dios, los apóstoles eran denodados para animar, mandar y amonestar a todas las iglesias locales surgidas y fortalecidas por medio de su ministerio para que permanecieran fieles a ese hablar (1 Ts. 2:13; 2 Ts. 2:15; 1 Ti. 6:3-4; 2 P. 3:2). Ellos también tenían la responsabilidad de abordar la conducta que se desviaba de su enseñanza (1 Co. 11:34; 1 Ti. 5:19). Como explicó el hermano Lee:

Los apóstoles no controlan a las iglesias, pero las iglesias deben seguir la enseñanza de los apóstoles. Hechos 2:42a dice: «Perseveraban en la enseñanza y la comunión de los apóstoles». Los apóstoles no ejercen su propia autoridad, sino que la verdadera autoridad es la enseñanza de los apóstoles. Todas las iglesias y ancianos deben guardar la enseñanza de los apóstoles. Si no lo hacen, los apóstoles deben entrar para corregir la situación de acuerdo con la autoridad de la enseñanza de los apóstoles. (CWWL/a, 1988, vol. 1, 594-595)

Conclusión

De acuerdo con la Biblia, el liderazgo de Dios sobre Su pueblo es a través de Su hablar constante e instantáneo a través del canal humano de aquellos que llevan Su hablar a Su pueblo. El hablar de Dios establece y hace práctico el gobierno divino de Dios al convertirse en una constitución viviente que el pueblo de Dios debe seguir. En el Antiguo Testamento esta constitución se basaba en la ley mosaica, pero en el Nuevo Testamento se basa en la enseñanza de los apóstoles como continuación directa de la enseñanza del Señor Jesús en los evangelios. Por lo tanto, el liderazgo en el Nuevo Testamento se lleva a cabo, universalmente, a través de la enseñanza de los apóstoles y, localmente, a través del pastoreo y la supervisión por parte de los ancianos de las iglesias de acuerdo con la enseñanza de los apóstoles. Los apóstoles no ejercen control sobre los ancianos, ni los ancianos ejercen control sobre los santos; más bien, la revelación divina recibida a través del ministerio del Nuevo Testamento, la enseñanza de los apóstoles, es el factor controlador:

En el recobro del Señor nosotros rechazamos la idea de que una persona controle personas o asuntos. Es verdad que tenemos un liderazgo, pero no tenemos a un dirigente que controle a la gente. Al contrario, tenemos el liderazgo de una sola revelación en un solo ministerio ejercido por medio de aquellos que traen la revelación de dicho ministerio. La revelación controla por medio de los que traen la revelación. La revelación que tenemos en el recobro del Señor nos controla y nos restringe. (El liderazgo en el Nuevo Testamento, pág. 20)

En el último artículo de esta serie veremos cómo este principio vital y precioso ha sido recobrado y aplicado en el recobro del Señor tanto históricamente como entre las iglesias locales de la tierra hoy en día.

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